Con esta obra de carácter impresionista se da a conocer Julio Romero de Torres oficialmente en la Exposición Nacional de 1895, en la que obtuvo una Mención Honorífica. La escena que inspiró este lienzo, fue un hecho sencillo y cotidiano: en el popular barrio de Santa Marina, murió una joven de quince años. Julio Romero de Torres la vio en el ataúd y decidió pintar a la joven muerta en la habitación rodeada de sus parientes.
Este lienzo reúne los tres aspectos que conmoverían más profundamente el espíritu de nuestro pintor: la mujer, la muerte y la copla. De ésta última, concretamente de una conocida soleá, es de donde el pintor obtiene el título de esta obra: ¡Mira qué bonita era!
Influenciado especialmente por el tipo de pintura realista de su padre y de su hermano Rafael, que años antes tomó también el tema de la muerte. Los temas que salieron de su paleta en estos años hasta su definitivo rumbo, abordan asuntos de contenido social dentro de un mismo estilo que caracterizan y definen los comienzos del pintor.
La escena representa a una joven que yace muerta en su ataúd, rodeada de familiares, que lloran a su alrededor. El cuerpo de la fallecida vestida de blanco, con larga melena negra y corona de flores sobre su frente, reposa dentro del ataúd abierto, situado en el centro de la habitación. Alrededor, los familiares; ellos, visten traje oscuro y camisa blanca, abrigados algunos con la típica capa negra española. Ellas visten el traje rural de la época, de falda y camisa con mantón. Todos muestran sus condolencias ante la fallecida, uno de los hombres se quita el tradicional sombrero cordobés. En primer plano, de frente, una mujer de pie, vestida de luto, llora amargamente cubriéndose el rostro con sus manos y su delantal. Justo al lado, a la izquierda, un hombre enlutado cabizbajo, sentado en una silla, sostiene su cabeza con la mano, apoyando el brazo en el respaldo de la silla. La iluminación de la escena procede de una ventana situada a la izquierda, donde se encuentra una anciana enlutada, sentada y apesadumbrada por la que también se asoma un muchacho desde el exterior de la estancia. Custodiando el féretro, se encuentran dos velas que parecen a punto de apagarse por el viento que entra a través de la ventana.
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Museo Julio Romero de Torres. Plaza Potro 1, 14002 Córdoba
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